COMENTARIOS DE UN PEREGRINO

Aquellos que me conocen saben que no me relaciono del todo bien con los seres vivos, que tengo algunas dificultades para pasar de 5 minutos con niños, perros, gatos, plantas y cualquier otra cosa que cuente con las características de un sujeto. Sentimiento que se vió reforzado como consecuencia de un desafortunado regalo del que fui víctima por parte de una ex enamorada, bueno en las épocas en que éramos uno solo.

En algún momento en nuestra relación ella, que tenía un poco de etérea y mágica, no tuvo mejor iniciativa que regalarme un Bonsai; si, uno de esos arbolitos enanos que sirven para adornar algo, pero no sin antes señalarme claramente y llena de cariño que el arbustito de marras era un símbolo de nuestro amor; yo, que de arbustistos, bonsais, seres vivos y amor se tanto como de física cuántica avanzada, lo recibí con una sonrisa en el rostro y una angustia instalándose en mi corazón, la misma que sería magnificada por los sucesos posteriores.

Llevé al Bonsai a mi casa, se lo enseñé a mis padres con cariño (todavía vivía con ellos) diciéndoles que era un regalo de "ella", lo miraron, lo apreciaron y lo aprobaron, aunque mi padre, con el cual comparto algunas características (genética que le dicen) me miró con ojos de "te jodiste, ya pasé por algo igual", aunque de su boca no salió ni una palabra.

Puse el arbolito en mi cuarto, lo mire con cariño durante días, lo regué con dedicación y en las proporciones adecuadas, le quité sus hojitas amarillas, hasta le conversé y pensé que él y yo éramos amigos, craso error, el arbolucho del demonio empezó a ponerse amarillo y a secarse, lo que motivo que intensificara mis miradas y conversaciones, mis riegos y devociones, mis sonrisas hacia él se multiplicaron, todo ello con un único pensamiento clavado en el cerebro "este bonsai es símbolo de nuestro amor" y el muy maldito se andaba muriendo y no parecía existir nada que pudiera parar ese deterioro.

De imaginar el problema que se vendría ante la inminente muerte del bonsai, las lágrimas que se derramarían en su nombre, las palabras fuertes que me serían dichas, mi desesperación se magnificó con el transcurso de los días, mi angustía era galopante y mi ira era creciente; llegué al punto de amenazar al bonsai, de pedirle por favor, de intentar sobornarlo, pero nada, era un paciente terminal; hasta que no pude mas y exploté, lo empecé a gritar, sin sentido alguno, finalmente es un arbol enano (y eso le debe generar algún complejo, digo), lo increpé y hasta creo que le menté la madre, todo ello para susto de mi familia que estaba escuchando mi batalla verbal con el bonsai; hasta que alguien se acercó y me pidío calma, me dijo que ya no tenía sentido por que el arbol estaba marchito en su totalidad.

Ello generó un gran sentimiento de culpa, no lo puedo negar, pero un sentimiento de "por su culpa" refiriéndome a mi enamorada; por su culpa parezco un loco, por su culpa estoy irritado y angustiado, por su culpa y del maldito bonsai voy a perderla; para que me lo regalo?, me preguntaba a voz en cuello. No tuve mas que enfrentar el hecho real, la muerte del bonsai y posiblemente de mi relación (que igual termino pero mucho tiempo después y por otras razones), así que la enfrenté; amor, dije, ha muerto el bonsai, me lo imaginé, respondió, a ti no se te puede confiar el cuidado de cosas vivas, me dijo muy suelta de huesos, es decir tu sabías que iba a pasar esto, espeté, si claro, entonces para que me lo diste, pregunté, es que quería ver si hacías el esfuerzo de cuidarlo y pasaste la prueba, palabras que selló con un beso; yo quería matarla, las mujeres y sus locuras, sus problemas hormonales y la carencia absoluta de lógica en sus razonamientos.

Yo solamente terminé diciéndole que nunca mas me regalara nada vivo, que a partir de la fecha solamente aceptaba regalos con tuvieran plástico en su composición; cosa que prometió y cumplió hasta el final.

Me desconecto.

Adeu...